Día 134: Absalón toma Jerusalén
INTRODUCCIÓN
Ayer teníamos un cuadro bastante difícil, un padre que es perseguido por su hijo y un hombre muy fuerte que ama a una ciudad y termina abandonándola, tal vez tenía miedo.
Hay varias teorías. Una es que David decide huir de Jerusalén porque en esta ciudad han pasado cosas que desagradan a Dios y, él amaba tanto a esta ciudad, que no quería que esta ciudad fuera destruida o se convirtiera en un campo de batalla.
Aquí en esta ciudad—donde él estaba descansando mientras sus soldados peleaban y él disfrutaba viendo a Betsabé desde el balcón de su terraza—es donde él peca. También en esta ciudad es donde uno de sus hijos viola a su propia hermana, a Tamar.
Jerusalén es una ciudad donde ha ocurrido el escándalo y deshonra, tanto por el caso de Urías y Betsabé, como el caso ahora de Amnón, que abusa de Tamar.
David sale de Jerusalén porque tal vez tiene en su conciencia que Dios lo está castigando.
Leíamos ayer que David iba subiendo al monte de los Olivos, que iba llorando, que iba descalzo con la cabeza cubierta y que el pueblo iba detrás de él llorando. Él reconoce lo que está pasando. Más adelante, en los evangelios, encontraremos a Jesús desde el mismo Monte de los Olivos llorando y mirando hacia Jerusalén. Este va de salida, Jesús va de entrada.
David seguramente no está dispuesto a tener un enfrentamiento con su hijo Absalón. Parece que lo ama mucho y prefiere que su hijo entre en la ciudad y no confrontarlo. No quiere causarle ningún daño. Prefiere un papá poner en peligro su vida—en este caso David—, regresar al desierto donde ha estado antes, estar en grave peligro, pero que su hijo, la relación con su hijo y la relación con Dios, se preserven.
¿Cómo te identificas tú con esta historia? ¿Cómo está esta historia hablándonos a nosotros el día de hoy?
Llegamos al día 134. Para hoy tenemos Segundo Libro de Samuel, capítulo 16, Primer Libro de Crónicas, capítulo 21 y el Salmo 15.
PUNTOS CLAVE
El rey David huye porque su propio hijo, Absalón, quiere quitarle la vida. Hay unos hombres que se van a dedicar a hacerle la vida imposible David y Mefibóset, quién era el hijo de Jonatán.
David ha derramado mucha sangre y ahora el juicio de Dios parece que se le ha venido encima, parece que las consecuencias de su pecado le están cayendo encima y no hay escapatoria.
El rey está saliendo de Jerusalén y en este caminar van sus hombres más leales con él. Sibá, mediante regalos y cosas falsas, obtuvo el regalo para Mefibóset y, al mismo tiempo, Simeí maldice a David, quien no sabe qué hacer.
Este hombre lanza pedradas contra su ejército, contra él, polvo, maldiciones, malas palabras y hay gran confusión. Con tanta discordia interna, uno podría pensar que hay una oportunidad para la casa de Saúl una vez más. Quizás Mefibóset, que era el único heredero de la familia de Saúl, podría subir al trono.
David se empieza a ir y Simeí lo maldice incansablemente y, aunque sus soldados tratan de acallarlo, él dice: “No, déjenlo. Tal vez me merezco todas estas injurias y, si las recibo, puede ser que El Señor tenga compasión hacia mí”.
En cuanto al Libro Primero de Crónicas, pareciera que nos estuviera repitiendo las historias que hemos leído los días anteriores. Y así es. Sin embargo, el Libro de Crónicas tiene como objetivo mostrarnos a un rey en todo su esplendor, con cosas muy positivas. En cambio, el Libro Segundo de Samuel nos muestra las cosas no tan positivas. Una historia un poco más cruda, más desenvuelta en cuanto a lo positivo como a lo negativo.
Nos hemos dado cuenta de que Absalón se sorprende al ver que un amigo de confianza de su padre no le ha acompañado en el exilio y este hombre dice: “No, yo no acompaño a tu padre porque a mí me interesa servirte a ti que eres hijo de él”. Y este hombre realmente se estaba convirtiendo en un mal consejero para Absalón.
Vamos a seguir descubriendo cómo Absalón no tiene hombres que lo guíen con sabiduría. Y es así como se cumple lo que habíamos visto nosotros en el capítulo 12, cuando Yahvé le dijo a David que él mismo iba a hacer que su casa se alzara contra él, que iba a tomar a sus mujeres delante de sus ojos y que se las iba a entregar a su prójimo para que ellos se acostarán con ellas a la luz del día. Y es Absalón el que está haciéndolo hoy. David que se había acostado en secreto con Betsabé, hoy sus concubinas en plena luz del día, frente a todo el pueblo, se acuestan con su hijo. Una vergüenza para su padre, el rey. Parece que el tiempo de purgar sus penas está aquí más presente que nunca.
Una vez más David tiene que volver al desierto, tal vez a las mismas cuevas donde estuvo antes, a las cavernas, a esconderse pues su hijo tratará de obtener toda la fuerza posible para derrotar a su padre. Y, aunque su padre es un veterano de guerra y sabe cómo luchar, prefiere no convertir a esta ciudad santa o su ciudad escogida, en un campo de batalla. Sabe que su hijo se ha rebelado contra él, pero el corazón de padre que ama a Absalón, no permite otra cosa que querer salvarlo. No quiere destruirlo ni hacerle daño. Por eso, mejor huye. Hay una guerra civil entre Absalón y David.
Pidámosle al Señor que todos esos conflictos que se levantan entre pueblos hermanos, entre gentes del mismo pueblo se acaben. Que haya paz, que haya perdón, que haya aceptación, que podamos darnos cuenta de que todos nos equivocamos, que podamos escapar de la guerra y entrar a los caminos de la paz, que nos demos cuenta de que para una guerra se necesitan dos bandos, pero que nosotros tal vez podemos ser un solo bando y se llama el “bando de la paz”.
Es un momento muy duro para un padre, que su hijo se haya levantado contra él. Es muy difícil cuando los hermanos se levantan contra los hermanos, los padres contra los hijos, los hijos contra los padres. Que el Señor tenga piedad de nosotros, de nuestros pueblos que están en estos momentos en guerra, en las luchas internas que tenemos, cuando nos dejamos llevar más por sentimientos, por políticas, por ideologías, más que por el amor, más que por la fraternidad, más que por el encuentro.
ORACIÓN FINAL DE FRAY SERGIO
Y antes de terminar, como siempre, les pido que por favor oren por mí, para que sea fiel a este ministerio que se me han confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo, lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar lo que creo y para que pueda cumplir lo que he enseñado. Y que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. ¡Que Dios los bendiga!
COMENTARIOS ADICIONALES
2 S 16:1-14 – David y Sibá, Simeí maldice a David
Para David la huida de Jerusalén es un momento de dolor, aunque sirve para purificar su alma. No sólo tiene que abandonar su amada ciudad, sino que es burlado y despreciado por muchos de sus súbditos. Las dos primeras personas que salen a su encuentro (Sibá y Simeí) son del norte y le sirven para recordar que todavía hay partidarios de Saúl que le odian. Sibá, que tiene sus propios motivos, informa a David de que Mefiboset, hijo de Jonatán y hombre tratado con deferencia en la corte de David (cf. 9:6-13), se ha pasado a Absalón. David toma una decisión que se moderará cuando más tarde descubra que la participación de Mefiboset en el complot no era tan grave (cf. 19:25-31). Simeí actúa de forma cobarde e irrespetuosa con David; pero el rey, en lugar de reaccionar con violencia, acepta estas humillaciones como procedentes de Dios. Así, su piedad religiosa crece y aprende a aceptar su merecido castigo.
2 S 16:15-23 – Absalón en Jerusalén, consejo contrario a los intereses de David
Como contrapunto a la huida de David, se nos cuenta la jubilosa entrada de Absalón en Jerusalén. La huida fue ignominiosa, pero conducirá a la gloria; la entrada parecía gloriosa, pero terminará en desgracia.
El interrogatorio de Jusay (vv. 15-19) es significativo. En su ambigua respuesta, Jusay admite que lo que está en juego no es la lealtad a David o a Absalón como individuos; lo que importa es quién es realmente el elegido de Dios (v. 18). Por tanto, no se trata de una cuestión política, sino religiosa.
La toma del palacio real y de las concubinas significaba que el nuevo rey estaba instalado. Al menos así lo vio Ajitófel. Pero el libro deja claro que fue en cumplimiento del castigo impuesto a David de que sus esposas fueran deshonradas públicamente (cf. 12:11). La tienda nupcial está incluso montada en la terraza donde comenzó el adulterio de David (cf. 11:2).
(Comentarios tomados de James Gavigan, Brian McCarthy y Thomas McGovern, eds., Joshua-Kings, The Navarre Bible (Dublín; Nueva York: Four Courts Press; Scepter Publishers, 2005), 365-368.)
Salmo 15
Suelen considerar este salmo como una liturgia de entrada en el templo: un grupo de fieles acude al recinto del templo; a la puerta son recibidos por un levita experto en la ley; la comitiva, por boca de su jefe, hace la pregunta ritual: ¿quién puede...?, y el encargado responde con una lista ética. Pero hay que notar que no hablan de entrar, sino de "habitar". Cabe también considerar el salmo como reflexión personal estilizada en forma de pregunta y respuesta. Hospedarse puede simbolizar la unión con Dios. En la composición llama la atención que la respuesta final "no fallará" no parece responder a la pregunta inicial. Para coordinarlas hay que concebir el templo como lugar de seguridad; o la consistencia espiritual como equivalente de morar en el templo. En todo caso, las exigencias éticas, deberes con el prójimo, son condición de la práctica religiosa. [Luis Alonso Schökel]
(Comentario tomado del website https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sl_16933. Accesado el día 30 de mayo de 2022)