Día 79: Bendición final de Moisés

INTRODUCCIÓN

Hay cosas muy hermosas e interesantes para el día de hoy. Ayer leíamos el capítulo 33 donde nos mostraban las jornadas de Israel. Es como un diario, nos mostraban a dónde fueron donde quería Dios que acamparan. Y Dios que nunca los abandona, estaba siempre con ellos. Así que francamente, ellos parece que no están siguiendo a Dios, es Dios quien no los quiere abandonar, quien no los deja solos, que está con él en todos los lugares, aunque el pueblo se revele, aunque el pueblo se aleje de Dios, Dios nunca los desampara. Nunca los deja. No los abandona. Es algo espectacular. Y lo veremos más adelante, ya casi empezamos el evangelio de san Juan. Donde veremos que el mismo Jesús dice que no nos dejará huérfanos, que vendrá a nosotros y él promete venir a cada uno de los que creen en él. Así que, nos promete que estará con nosotros ese Espíritu Santo que nos va a acompañar todo el tiempo y morará en cada uno de los creyentes. ¡Qué hermoso ver la fidelidad de Dios! Un Dios que quiere estar con nosotros. Para nosotros es fácil sacar a Dios de nuestras vidas pero no es fácil para Dios apartarse de nosotros. Él siempre va a estar con nosotros, dondequiera que estemos. Así caigamos en el pecado, así nos tropecemos una y otra vez, así nuestra fe tambalee, así le fallemos, así caigamos a lo más profundo. Pero la gracia de Dios nunca nos va a desamparar, ni nunca nos va a dejar. ¡Qué cosa más hermosa! Así que, hoy ya cambia un poquito la historia porque es el Señor que habla otra vez en los campos de Moab. Están junto al Jordán, frente a Jericó y les dice: “Miren, van a entrar a esta tierra. Ahí van a repartirse este lugar. Van a encontrar moradores, pero tienen que acabar con todo porque de otra manera van a ser ustedes infieles y no quiero que sean infieles. Quiero que ustedes se concentren en hacer lo que tienen que hacer”. Así que, hoy tenemos que pedirle al Señor que nos ayude, que tenga misericordia nosotros, que nos ayude a sacar los ídolos de nuestra vida porque necesitamos serle fieles a él, porque él ha sido un Dios fiel, generoso con cada uno de nosotros. Así que, preparémonos porque estamos llegando al final de este tiempo y ya casi nos llega la conquista y los jueces, pero estamos a un paso. Nos falta este y el próximo programa y estaremos listos.


Hoy estaremos leyendo Números, capítulo 34;Deuteronomio, capítulo 33 y el Salmo 120. Este es el día 79 ¡Empecemos!


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de Tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abra nuestra mente, que abra nuestro corazón para que podamos gozarnos de la palabra de Dios en este día tan hermoso.


PUNTOS CLAVES

  • Como lo dije hace un momento atrás, estamos llegando al final de este periodo y nos encontramos con cosas interesantísimas. Vemos este salmo que nos habla de que Dios, Yahvé, siempre nos responde, especialmente cuando estamos en nuestra angustia, cuando le gritamos a él. Él siempre nos está liberando de todo lo que no necesitamos.

  • ¡Qué hermoso es que tú y yo pudiéramos vivir en paz! Tal vez la paz la entendemos mal muchas veces si pensamos que la paz es la ausencia de problemas. No, la paz de saber que aún en medio de los problemas, en medio de cualquier situación, Dios está con nosotros, no nos abandona, nos lleva de la mano, nos tiene muchísima paciencia. Dios tiene demasiada paciencia para con nosotros y es lo que ha hecho con este pueblo, le ha tenido paciencia de sacarlo de Egipto lo ha venido trayendo de la mano. El pueblo le falla, le queda mal y Yahvé no se cansa; no los abandona, los sigue trayendo todo el tiempo, no los quiere soltar.

  • Nos damos hoy cuenta con el capítulo 34 donde —aunque se habían portado mal— Yahvé les entrega la Tierra Prometida y les da límites y les dice: “Miren, esto es cómo lo van a hacer y mucha gente discute este tema hasta el día de hoy. ¿Es realmente este terreno de Israel? ¿Será Dios mismo quien realmente se lo dio?” Y, nos damos cuenta que hasta la geografía está muy detallada y se nos dan los límites específicos de esta tierra prometida. Y Yahvé expone con claridad que dará esta sesión particular a cada una de las tribus.

  • Hoy nos queda claro. Hay dos tribus y media que ya han recibido su herencia por adelantado. Entonces, ahora tienen que repartirla con las otras nueve tribus y media y no puede haber una equivocación en ello. La tierra debe ser dividida porque es una herencia y le pertenece a todos, a todo el pueblo. Así que, me parece muy interesante todos estos detalles geográficos que se nos van dando y cómo Yahvé conoce quiénes van a ser los representantes, y a cada uno de ellos se les llama por nombre propio. Vamos a seguir entendiendo esto, cómo Yahvé dice: “Miren, yo quiero que ustedes repartan esto. Es la tierra de Canaán. Vamos a ver que ustedes han heredado esto. Pero, no como ustedes quieran, porque esto es lo que yo les prometí, y lo que yo prometo yo lo entrego."

  • Qué hermoso es darnos cuenta de que Dios es un Dios que cumple sus promesas, que no nos abandona, que nos va mostrando cuál es el camino que debemos seguir. Y, tenemos estos capítulos el día de hoy, que nos van a mostrar esa fidelidad de un Dios que ha venido caminando con la gente sin importar sus errores, sin importar sus fallas. Él se pone triste, a veces se pone molesto y, ya en el próximo momento bíblico que estaremos compartiendo con ustedes, veremos los sentimientos de Dios. Algo totalmente nuevo para nosotros. Un Dios que quiere seguir con ellos y un pueblo que se cierra a ese Dios y que incluso lo saca y que empiezan a pedir que les nombren un rey. ¡Ah, increíble! Cómo nosotros nos encargamos de que Dios salga de nuestras propias vidas y nos olvidamos que gracias a Dios es que nosotros tenemos vida. Hemos visto toda esta peregrinación en el desierto.

  • Hemos visto como a Moisés los ha traído, como Moisés ha venido caminando con ellos. Ahora sabemos que Moisés va a morir, pero Dios no abandona su pueblo, siempre les deja un líder, será Josué quién va a estar caminando con ellos y lo veremos entrar a esta Tierra Prometida, que nos mostrarán cómo se hace todo, cómo se tiene que ir entregando. Y nos acercamos a momentos muy especiales para el pueblo.

  • ¿Qué tal si tú y yo le decimos al Señor? “Señor, a veces no conocemos nuestros propios límites, a veces nos sobrepasamos, quisiéramos saber mucho más qué es lo que nos toca a nosotros, no qué es lo que queremos, sino qué es lo que Tú quieres para cada uno de nosotros. Que no seamos nosotros los que te pongamos el límite a ti, Señor. Que seas Tú quien pone el límite a nuestras vidas para que nosotros podamos descubrirte cada día más, que nosotros cada día más podamos entenderte mejor. Queremos conocer más de Tu bondad, Señor, porque la hemos visto a través de todas estas lecturas, hemos visto como Tú nos cuidas, como el águila que cuida a sus polluelos. Hemos visto que Tú —como esta águila que trae sus polluelos— le traes alimento a tus hijos, no los desamparas, los proteges en la noche, los proteges en el día, los empujas para que vuelen y los enseñas a volar. Así que, Señor, extiende hoy más Tus alas. Danos el poder para volar. Danos el poder para hacerlo bien y, si fallamos, pues que Tus alas nos vuelvan a recoger y nos vuelvas a traer a este nido tuyo. Que podamos nosotros aprender a ser ese pueblo que Tú has anhelado que seamos, que nosotros podamos movernos en tierras extrañas, nuevas, diferentes tal vez. Pero que sepamos que Tú nos has prometido una tierra que nadie nos podrá arrebatar. Así que, Señor, hoy bendice a cada una de nuestras familias, de nuestras parroquias, de nuestros grupos así, como bendijiste a estas tribus. Así como Moisés se reunió alrededor del pueblo y los bendijo. Bendícenos a cada uno de nosotros, para que estas bendiciones particulares alcancen para nosotros y para nuestras familias para que no nos olvidemos de que todo lo que tenemos es Tuyo y nada más que Tuyo. Señor, ayúdanos a que seamos más obedientes, que podamos encontrarnos más contigo, que aunque nuestros líderes mueran, no nos olvidemos que el verdadero líder eres Tú y que simplemente habías puesto una persona encargada para mostrarnos el camino.”

  • Preparémonos para que en estas lecturas nos despidamos de Moisés. Pero no nos olvidemos de que, aunque nuestros líderes mueran, Dios nunca nos abandona, Dios siempre está con nosotros porque es un Dios fiel. El señor nos sigue mostrando que somos su pueblo, que somos sus escogidos. Así que no tengamos miedo.


ORACIÓN FINAL

Antes de terminar, como siempre, les quiero pedir que por favor no solo pidan la bendición para ustedes sino que también oren por mí, para que pueda seguir haciendo este ministerio que se me ha confiado de llevar la palabra del Señor a sus hogares, a sus vidas. Para que yo también pueda vivir con fe lo que leo, lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar siempre la verdad y para que pueda cumplir lo que he enseñado. Y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre ¡Qué Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • Fray Sergio nos compartió hoy una hermosa oración pidiéndole al Señor que nos muestre lo que Él quiere. Utiliza esa oración para tu reflexión personal.

COMENTARIOS ADICIONALES


Papa Francisco. Angelus. Domingo 20 de marzo de 2022


[Necesidad de conversión contínua]


"Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!


Estamos a mitad del camino cuaresmal, y hoy el Evangelio inicialmente presenta a Jesús que comenta algunos sucesos. Cuando aún seguía vivo el recuerdo de dieciocho personas muertas a causa del derrumbamiento de una torre, le cuentan que Pilato había ordenado matar a algunos galileos (cfr. Lc 13,1). Y se plantea una pregunta que parece acompañar estas trágicas noticias: ¿quién tiene la culpa de estos hechos terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las ha castigado? Estos son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?


Hemos de estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios. Y muchas veces la costumbre fea y mala de las blasfemias viene de ahí. ¡Cuántas veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia, sino que, por el contrario, ¡sufre por nosotros y con nosotros! De hecho, Jesús rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males: aquellas personas que Pilato mandó matar y las que murieron bajo la torre no eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y vengativo, que no existe. De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él «no nos trata según nuestros pecados» (Sal 103,10), sino conforme a su misericordia. Es el estilo de Dios. No puede tratarnos de otro modo. Siempre nos trata con misericordia.


En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal. En este punto, el Señor ofrece la verdadera solución. ¿Cuál es? La conversión: «Si no os convertís -dice- pereceréis todos del mismo modo» (Lc 13,5). Se trata de una invitación apremiante, especialmente en este tiempo de Cuaresma. Acojámosla con el corazón abierto. Convirtámonos del mal, renunciemos a aquel pecado que nos seduce, abrámonos a la lógica del Evangelio: ¡porque donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder!


Jesús sabe que convertirse no es fácil, y quiere ayudarnos. Sabe que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y en los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizá, nos parece que nuestro esfuerzo por el bien es inútil en un mundo donde el mal parece reinar. Y entonces, después de su llamado, nos anima con una parábola que ilustra la paciencia que Dios. Debemos pensar en la paciencia de Dios, la paciencia que Dios tiene con nosotros. Jesús nos ofrece la consoladora imagen de una higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo dueño no la corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad. Me gusta pensar que un hermoso nombre de Dios sería “el Dios que da otra posibilidad”: siempre nos da otra oportunidad, siempre, siempre. Así es su misericordia. Así hace el Señor con nosotros: no nos aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de darnos confianza con ternura. Hermanos y hermanas, ¡Dios cree en nosotros! Dios se fía de nosotros y nos acompaña con paciencia, la paciencia de Dios con nosotros. No se desanima, sino que pone siempre esperanza en nosotros. Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro. Porque Dios está cerca, está a nuestro lado. Es el estilo de Dios, no lo olvidemos: cercanía; Él está cerca con misericordia y ternura. Así nos acompaña Dios, es cercano, misericordioso y tierno.


Pidamos, por tanto, a la Virgen María que nos infunda esperanza y valor, y que encienda en nosotros el deseo de conversión."


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 20 de marzo de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2022/documents/20220320-angelus.html)