Día 99: Y la Palabra se hizo carne
Evento clave 58: La boda de Caná (Juan 2 1-12)
María intercede en el festejo de boda que se ha quedado sin vino, dándonos un signo terreno de su papel en el cielo, presentando nuestras necesidades a su Hijo. Jesús convierte el agua –símbolo de los rituales de la Antigua Alianza– en vino, símbolo del don del Espíritu Santo en la Nueva Alianza.
INTRODUCCIÓN
Con este evangelio de Juan empezamos lo que se llama el cumplimiento mesiánico. Cómo el Mesías ya empieza a venir de una manera especial. Y Jeff Cavins nos va a situar con el evangelio de Juan en algo diferente, porque nos muestra que el trabajo del Mesías está mucho antes de la creación. Es el agente que permite que toda la creación se dé.
En el principio estaba ahí el Logos, que lo vamos a descubrir —algo muy importante—. Y los invito a que se escuche en el programa que grabamos con el Padre Dempsey acerca de todo este cumplimiento mesiánico donde iremos descubriendo cómo el trabajo de Cristo es anterior a la Creación, es anterior a la Caída, es anterior a su propia Encarnación. Más adelante, lo vamos a ver, cómo ese Jesús de Nazaret —encarnado pero que Él está mucho antes de esto— ya está trabajando la redención en nosotros y Dios, que lo va a enviar para ser el redentor del mundo, precisamente porque Él ha estado en la Creación, Él sabe cómo es todo, cómo se tiene que hacer. Así que, el trabajo que vamos a ver de Jesús ahora es un trabajo redentor. No es nada nuevo porque es lo que se ha venido haciendo durante todo este camino que hemos llevado la lectura de la Biblia. Y es así como se da la Promesa, se cumple la Promesa que se ha hecho desde el momento en que Dios entra en contacto con la caída del hombre. El trabajo del ser humano es también parte importante para ayudar a que esta creación se dé.
Hoy vamos a estar leyendo estos tres primeros capítulos que nos van a ayudar a descubrir cómo esa palabra de Dios encarna. De ahí en adelante vamos a ver cómo se da el comienzo de lo que llamaríamos el ministerio de Jesús. Primero vamos a tener a Juan Bautista que da testimonio acerca de Jesus, después nos daremos cuenta que ahora los discípulos de Juan quieren seguir a Jesús y Jesús empieza a llamar a las personas. Llama a Felipe y a Natanael. Y de esta manera el ministerio público de Jesús empieza a tener señales, empiezan a haber discursos. Vamos a ver que el agua se convierte en vino, vamos a ver el trabajo de María en este primer milagro —que se lo saca a Jesús de la manga—. También vamos a ver cómo se limpia el templo, como Jesús viene al templo a hacer un poquito de estrago y, empieza a enseñar a Nicodemo y, por fin, Juan el Bautista dice: “Ya no tengo nada más que enseñar, este es el hombre que tiene que estar.” De ahí en adelante veremos a Jesús yendo a los samaritanos y veremos a Jesús sanando, que está visitando a Jerusalén al final de la fiesta que se hace todos los años, va a alimentar a más de cinco mil personas, lo veremos en la fiesta de los Tabernáculos, Jesús sanando a un ciego de nacimiento, no porque él se quiera hacer notar sino para que se vea la gloria de Dios. Y, lo más hermoso, un Jesús que no se viene a escribir como rey sino como el Buen Pastor, y de ahí en adelante empiezan los problemas, porque veremos que Jesús nos muestra su identidad y aparte de eso la resucita a Lázaro. Así que, muchos problemas se vienen de aquí en adelante.
Este es el día 99. Estaremos leyendo Juan, capítulos 1 al 3: Proverbios 5 del 1 al 6. Empecemos.
ORACIÓN INICIAL
Padre de amor y misericordia, Tú que haces elocuente la lengua de los niños educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de Tu bendición. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que abre nuestro corazón para que podamos gozar de la palabra de Dios hoy en nuestras vidas.
PUNTOS CLAVES
¡Y sí que nos la vamos a gozar hoy, porque estamos en algo interesantísimo! En el principio existía el Verbo, existía la Palabra, existía ese Verbo, esa Palabra que estaba con Dios y esa Palabra, ese Verbo era el mismo Dios. Todas las cosas son hechas por medio de Él y sin Él nada está hecho. Así que, nos damos cuenta que todo lo que existe se ha hecho por y para Jesús y por medio del cual se han creado todas las cosas. Por eso es el único que puede recrear la creación, es el único que nos puede volver a ser nuevos.
Nos damos cuenta que ese Verbo, esa Palabra, está trabajando, ese Logos, y no ha parado desde el inicio de la creación. Vamos a mirar cómo las personas tenemos que trabajar también de la mano con el Verbo, con Jesús, con esa Palabra hecha carne para que podamos restablecernos, para que podamos salvar nuestras almas, para que podamos entrar al cielo.
Reconocemos que, de aquí en adelante, nos encontramos con Jesús, el Mesías que va trabajando con Dios, que es el mismo Dios que trabaja con nosotros y, por lo tanto, tenemos que ser dóciles a lo que Jesús viene a hacer.
Hoy descubrimos varios momentos hermosos y es el testimonio que Juan da: “Hay uno que va a venir y es más importante que yo. Ese es el que los va a bautizar a ustedes de la manera como va a cambiar su vida”. Y, Jesús empieza a llamar, empieza el discipulado. Cuando alguien se encuentra con Jesús es imposible que no tenga un cambio en su vida, es imposible que no lo siga. Vamos a ver todas estas manifestaciones de personas que empiezan a seguir a Jesús y que quedan ciertamente sorprendidas con Él y veremos como María le adelanta el trabajo a Jesús.
Esto me recuerda que siempre que voy de vacaciones a mi casa, casi nunca aviso porque cuando llego ya tengo bautizos, matrimonios y muchas cosas en mi agenda y simplemente quiero ir a descansar. Me imagino que lo mismo pasó con Jesús. Él quería ir a la fiesta, disfrutar de la fiesta, pero su mamá dice: “Hey, se acabó el vino, Jesús”. Y le toca responder a eso de una manera generosa. Viene y convierte el agua que se usaba en esos odres de purificación en el mejor vino. Porque ahora cuando el Señor nos purifica, nos convierte en el mejor vino, nos entrega siempre lo mejor, no hace las cosas a medias.
Es por eso que viene y limpia el templo de todos estos cambistas mercaderes los saca del templo y dice: “No vuelvan esto un mercado porque es la casa de Dios donde tenemos que encontrar el amor, la reconciliación, la paz”. Y es por eso que Jesús empieza a caminar hacia los pueblos que necesitan la salvación. Vemos a Jesús sanando, vemos a un Jesús que está celebrando, no se aparta de las tradiciones, está con el pueblo. Podemos ver a un Jesus que en medio de su enseñanza se da cuenta de que también tenemos que llenarles el estómago a las personas que están recibiendo mensaje, porque nadie con hambre puede escuchar el mensaje. Es Él quien se va a dedicar a darle de comer a la gente y quién más va a decir que él es el Pan de Vida y que la Vida se encuentra a través de Él.
Hoy vamos a pedirle al Señor qué tal vez como esté ciego de nacimiento, que nos permita ver, no para que nos notemos nosotros más sino para que se note la gloria de Dios. Digámosle a Jesús: "Señor sabemos que tú eres el Buen Pastor, tú das la vida por nosotros. Enséñanos a ser tan generosos como tú lo eres para que nosotros tal vez, también podamos ayudar a que otros se levanten, así como tú levantaste a Lázaro que estaba muerto, enséñanos a levantar a tantas personas que están muertas en nuestras vidas, simplemente porque nos hemos alejado de ellas, porque ya no les hablamos, porque las despreciamos, porque tal vez se equivocaron y nuestro odio y rencor nos ha alejado de ellas."
Qué lindo que hoy fuera un día de sanación en nuestras vidas para que pudiéramos ver al hermano que está frente a nosotros. Este ciego cuando abrió sus ojos lo primero que vio fue a Jesús. Hoy tú cuando abriste tus ojos, ¿a quién fue la primera persona que viste? ¿A tu esposa, a tus hijos? ¿O tal vez no hay nadie a tu lado porque a todos los has corrido de tu vida?. No olvidemos que Jesús vino a darnos vida y vida en abundancia.
ORACIÓN FINAL
Así que, antes de terminar no se les olvide por favor pedir por mí. Oren por mí, para que sea fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar lo que creo, lo que es la verdad y para que también pueda cumplir lo que estoy enseñando. Y que la bendición de Dios Todopoderoso que es Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Dios los bendiga.
PARA MEDITAR
Jesús es la luz del mundo. Pídele que ilumine tu entendimiento y abra tus ojos para ver las necesidades de aquellos a tu alrededor y que nos conceda la gracia de poder ayudarlos.
Haz el propósito de cultivar una tierna devoción a María como tu mejor y más poderosa intercesora ante el Señor. El rezo diario del Santo Rosario con la meditación en nuestro corazón de los misterios es una manera muy recomendada por Santos y Papas. SI no sabes cómo rezar el Rosario, este video te puede ayudar → https://youtu.be/HIIBCifoY2U
COMENTARIOS ADICIONALES
Papa Francisco. Audiencia General. Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 24 de marzo de 2021.
Catequesis 27. Rezar en comunión con María
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy la catequesis está dedicada a la oración en comunión con María, y tiene lugar precisamente en la vigilia de la solemnidad de la Anunciación. Sabemos que el camino principal de la oración cristiana es la humanidad de Jesús. De hecho, la confianza típica de la oración cristiana no tendría significado si el Verbo no se hubiera encarnado, donándonos en el Espíritu su relación filial con el Padre. Hemos escuchado, en la lectura, de esa reunión de los discípulos, a las mujeres pías y María, rezando, después de la Ascensión de Jesús: es la primera comunidad cristiana que espera el don de Jesús, la promesa de Jesús.
Cristo es el Mediador, el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2674). Es el único Redentor: no hay co-redentores con Cristo. Es el Mediador por excelencia, es el Mediador. Cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados (cf. Hch 4,12). Jesucristo: el único Mediador entre Dios y los hombres.
De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar a la Virgen María, la Madre de Jesús.
Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús. Las Iglesias de Oriente la han representado a menudo como la Odighitria, aquella que “indica el camino”, es decir el Hijo Jesucristo. Me viene a la mente ese bonito cuadro antiguo de la Odighitria en la catedral de Bari, sencillo: la Virgen que muestra a Jesús, desnudo. Después le pusieron una camisa para cubrir esa desnudez, pero la verdad es que Jesús está retratado desnudo, a indicar que él, hombre nacido de María, es el Mediador. Y ella señala al Mediador: ella es la Odighitria. En la iconografía cristiana su presencia está en todas partes, y a veces con gran protagonismo, pero siempre en relación al Hijo y en función de Él. Sus manos, sus ojos, su actitud son un “catecismo” viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él (cf. CCE, 2674). Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa indicación, en las bodas de Caná: María dice “haced lo que Él os diga”. Siempre señala a Cristo; es la primera discípula.
Este es el rol que María ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre: ser humilde sierva del Señor, nada más. A un cierto punto, en los Evangelios, ella parece casi desaparecer; pero vuelve en los momentos cruciales, como en Caná, cuando el Hijo, gracias a su intervención atenta, realizó la primera “señal” (cf. Jn 2,1-12), y después en el Gólgota, a los pies de la cruz.
Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales. También la primera antífona latina — Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix: la Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor. Son expresiones de amor como la de un hijo a su madre —algunas veces exageradas—. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor.
Y así empezamos a rezarla con algunas expresiones dirigidas a ella, presentes en los Evangelios: “llena de gracia”, “bendita entre las mujeres” (cf. CCE, 2676s.). En la oración del Ave María pronto llegaría el título “Theotokos”, “Madre de Dios”, ratificado por el Concilio de Éfeso. Y, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro, después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Ahora, en las situaciones concretas de la vida, y en el momento final, para que nos acompañe —como Madre, como primera discípula— en el paso a la vida eterna.
María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo. Si alguno se encuentra solo y abandonado, ella es Madre, está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado.
María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre allí, junto a nosotros, con su ternura materna.
Las oraciones dirigidas a ella no son vanas. Mujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos. Las escucha como Madre. Como y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre."
(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 9 de abril de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20210324_udienza-generale.html)