Día 74: La herencia de las hijas de Israel

INTRODUCCIÓN

Ayer veíamos cómo el pueblo de Israel se ha renovado. La generación que salió de Egipto murió en el desierto. Hay una nueva generación. Esta es la que va a entrar a la Tierra Prometida. Y estamos ya llegando al final de este libro de Números. Y podríamos decir que este es el final y empezamos con una nueva generación.


Vimos cómo se efectuó un censo, cómo Josué y Caleb fueron los únicos con vida que han sido contados del primer censo. Ahora todos son nuevos. Y los hemos visto cómo se han registrado ellos dos desde el principio de este libro. Así que todos los que estaban durante el primer censo que tenían 20 o más, pues ya murieron. Este fue un período de 40 años bastante difícil, años duros. La vida, muy difícil en el desierto. Y, pues mucha gente ha aparecido.


Así que, nos preparamos para navegar con esta nueva generación la cual, como todo, enfrentará nuevos problemas. Y vamos a ver cuál es el problema de hoy porque tenemos un hombre que muere en el desierto, el cual tiene hijas y no tuvo ningún varón; y según la ley de Moisés parecía que sólo eran los hijos varones quienes podían heredar una propiedad y a las mujeres parecía que se les excluía de este derecho, ¿qué se puede hacer entonces?


Así que, vamos a ver cómo las hijas de este hombre son bastante emprendedoras. Y estaremos viendo qué lugar se le da a la mujer, ahora que Josué es nombrado el sucesor de Moisés. Y también vamos a llegar a un momento triste, un poco triste, porque hemos visto a Moisés todo el tiempo, hasta el día de hoy. Y en realidad es el hombre que nos ha traído hasta acá, pero en este relato tiene que prepararse para partir dejar este mundo para regresar a donde todos tenemos que llegar algún día.


Así que, Israel tiene que prepararse para entrar a la Tierra Prometida ya sin Moisés. El que va a la cabeza es Josué. Hemos tenido el censo. Sabemos quiénes están aptos para la guerra. Ya sabemos quién es el nuevo comandante. Sabemos que el pueblo necesita tener más espiritualidad. Y se les va a hablar sobre las ofrendas que se instituyen. Y, de esta manera, ya sabrán cuáles son los sacrificios que se hacen a nivel nacional y todo lo que se tiene que ofrecer durante el año. Muchas cosas lindas nos esperan el día de hoy.


ORACIÓN INICIAL

Padre de amor y misericordia, tú que haces elocuente la lengua de los niños, educa también la mía e infunde en mis labios la gracia de tu bendición, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y a ti te invito para que pidas al Espíritu Santo que hoy abra nuestra mente y nuestro corazón para que podamos gozarnos de esta palabra de Dios en nuestras vidas.


PUNTOS CLAVES

  • Es mucho lo que se escucha hoy entre el conflicto de las generaciones y lo veíamos aquí en el libro de los Números. Y creemos que a veces es un tema que se exagera demasiado. Y siempre ha sido difícil que una generación entienda a la otra generación, pues cada uno trae problemas específicos. Los problemas que yo tenía cuando niño no son los mismos problemas de los niños de hoy, ni serán los mismos problemas de los niños de mañana. Ha cambiado la tecnología, la educación, -todo, todo-. Y a veces se crea ese desnivel de generaciones, con lo cual podemos decir que cuando uno es joven crítica a los viejos y cuando uno es viejo critica a los jóvenes. Y parece que esa es la naturaleza humana. Nada diferente con los que salieron y los que van a entrar ahora en la Tierra Prometida.

  • Así que, hemos llegado a estos capítulos tan interesantes de Números que hay una nueva generación, pero para ellos hay problemas nuevos. Los cuales Moisés no sabe ni qué hacer. Le toca volver a ayudarse y acudir a Yahvé directamente. Dice: Señor, ¿qué tengo que hacer?” Y vimos el problema de las mujeres. Parecía que no eran tomadas en cuenta y que tal vez se trataban un poquito diferente a los hombres. Pero hoy hemos visto que Yahvé trata a la mujer y al hombre con la misma dignidad. Y vemos el realismo en que la Biblia nos va descubriendo esas inclinaciones naturales de las pasiones humanas, de nuestras inclinaciones y cómo la palabra de Dios nos ayuda a nosotros. Y nos dice: “Miren, esto es lo que ustedes tienen que hacer. Porque si no, van a tener consecuencias por su desobediencia”.

  • Así que, pidámosles a Dios que sin duda alguna siga respaldando todos los derechos de las mujeres en cualquier parte del mundo. Pues, hoy vimos que él las apoyó de manera extraordinaria viendo que para ellas también hay derechos, pues tienen necesidad de una propiedad, tienen necesidad de sus bienes. Y no las podemos tratar de manera diferente. Todavía ocurre en muchos lugares del mundo donde las mujeres carecen de cualquier derecho.

  • Así que, demos gracias hoy por todas las mujeres porque la palabra de Dios las reconoce en todos sus derechos. Y lo veníamos hoy en el capítulo 27. ¡Qué gran logro social! Dios las bendice y las acompaña y les da en posesión su heredad entre sus hermanos y su padre. Ahora que hoy Dios bendiga a todas las mujeres que son abusadas y que son miradas con poca dignidad. Y que tú y yo ayudemos a que las mujeres reciban esa dignidad que nuestro Padre les ha dado del principio


ORACIÓN FINAL

Así que, antes de despedirme quisiera pedirles a ustedes que por favor que oren por mí, para que sea fiel a este ministerio que se me ha confiado, para que pueda vivir con fe lo que leo y lo que comparto con ustedes, para que pueda enseñar lo que creo y cumplir lo que he enseñado. Y que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe siempre ¡Que Dios los bendiga!


PARA MEDITAR

  • Ya que Cuaresma es un tiempo penitencial, haz un examen de conciencia basado en los Mandamientos en preparación para tu próxima confesión.


CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Nm 28, 9

582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3, 24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro [...] —así declaraba puros todos los alimentos— . Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no aceptaban su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn 5, 36; 10, 25. 37-38; 12, 37). Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; 14, 3-4) que realizan sus curaciones.


Dt 28, 10

63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex 19, 6), "sobre el que es invocado el nombre del Señor" (Dt 28, 10). Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (Viernes Santo, Pasión y Muerte del Señor, Oración universal VI, Misal Romano), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham (cf. Discurso en la sinagoga ante la comunidad hebrea de Roma, 13 abril 1986).


(Todas las citas están tomadas del Catecismo de la Iglesia Católica disponible en línea en el sitio web del Vaticano. https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html)


COMENTARIOS ADICIONALES


Nm 27,1-11 – La herencia de las mujeres sin hermanos


Se presenta un caso concreto y la decisión de Moisés, tras consultar al Señor, como fundamento de la ley de herencia de la Tierra. Por ser don de Dios, la Tierra debía continuar siendo poseída por la misma familia o por la misma tribu. A ello contribuía la ley que hacía posible que heredaran las hijas, cuando no existía hijo varón, siempre con la condición de que se casaran dentro de la tribu de su padre (cfr cap. 36). Este mismo sentido tenían la ley del jubileo (cfr Lv 25), la del levirato (cfr Dt 25,5-10), y el derecho del familiar más cercano a adquirir la tierra si había que venderla. De esta forma se mantenía en Israel una estructura social en la que todos participaban del gran don de Dios a su pueblo: la posesión de la tierra. Tal principio es aplicable, de forma análoga, a todos los hombres en relación a los bienes de la creación, en cuanto que todos tienen derecho a obtener lo necesario para su desarrollo personal: en el origen Dios destinó los bienes de la tierra a todos los hombres (cfr Gn 1,28).”


(Comentario tomado de la Sagrada Biblia Universidad de Navarra, Edición Latinoamericana, versión electrónica).



Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II - Pablo VI. Mensaje a las Mujeres. 8 de diciembre de 1965.


"Y ahora es a vosotras a las que nos dirigimos, mujeres de todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas; a vosotras también, vírgenes consagradas y mujeres solas. Sois la mitad de la inmensa familia humana.


La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado y liberado a la mujer, de haber hecho resplandecer, en el curso de los siglos, dentro de la diversidad de los caracteres, su innata igualdad con el hombre.


Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.


Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.


Vosotras, las mujeres, tenéis siempre como misión la guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis en la partida de la muerte. Nuestra técnica corre el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie. Detened la mano del hombre que en un momento de locura intentase destruir la civilización humana.


Esposas, madres de familia, primeras educadores del género humano en el secreto de los hogares, transmitid a vuestros hijos y a vuestras hijas las tradiciones de vuestros padres, al mismo tiempo que los preparáis para el porvenir insondable. Acordaos siempre de que una madre pertenece, por sus hijos, a ese porvenir que ella no verá probablemente.


Y vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis cumplir toda vuestra vocación de entrega. La sociedad os llama por todas partes. Y las mismas familias no pueden vivir sin la ayuda de aquellas que no tienen familia.


Vosotras, sobre todo, vírgenes consagradas, en un mundo donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer la ley, sed guardianes de la pureza, del desinterés, de la piedad. Jesús, que dio al amor conyugal toda su plenitud, exaltó también el renunciamiento a ese amor humano cuando se hace por el Amor infinito y por el servicio a todos.


Mujeres que sufrís, en fin, que os mantenéis firmes bajo la cruz a imagen de María; vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes.


Mujeres, vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares, y en la vida de cada día.


Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes, a quienes os está confiada la vida en este momento tan grave de la historia, a vosotras toca salvar la paz del mundo."


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 15 de marzo de 2022. https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651208_epilogo-concilio-donne.html)


Juan Pablo II. Audiencia General. Miércoles 24 de noviembre de 1999


Compromiso por la promoción de la mujer


1. Entre los desafíos del actual momento histórico sobre los que la ocasión del gran jubileo nos impulsa a reflexionar he señalado, en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, el que atañe al respeto de los derechos de la mujer (cf. n. 51). Hoy deseo recordar algunos aspectos de la problemática relativa a la mujer, a los que, por lo demás, ya me he referido en otras ocasiones.


Sobre el tema de la promoción de la mujer arroja mucha luz la sagrada Escritura, indicando el proyecto de Dios sobre el hombre y la mujer en los dos relatos de la creación.


En el primero se afirma: "Creó Dios al ser humano a imagen suya; a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó" (Gn 1, 27). Esa afirmación es la base de la antropología cristiana, pues señala el fundamento de la dignidad del hombre en cuanto persona en su ser creado "a imagen" de Dios. Al mismo tiempo, el texto dice con claridad que ni el hombre ni la mujer separadamente son imagen del Creador, sino el hombre y la mujer en su reciprocidad. Representan en igual medida la obra maestra de Dios.


En el segundo relato de la creación, a través del simbolismo de la creación de la mujer a partir de la costilla del hombre, la Escritura pone de relieve que la humanidad realmente no está completa hasta que es creada la mujer (cf. Gn 2, 18-24). Ésta recibe un nombre que, por la asonancia verbal en la lengua hebrea, expresa relación con el hombre (is/issah). "Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 371). El hecho de que la mujer sea presentada como una "ayuda adecuada a él" (Gn 2, 18) no ha de interpretarse en el sentido de que la mujer sea sierva del hombre, pues "ayuda" no equivale a "siervo"; el salmista dice a Dios: "Tú eres mi ayuda" (Sal 70, 6; cf. 115, 9. 10. 11; 118, 7; 146, 5). Esa expresión quiere decir, más bien, que la mujer es capaz de colaborar con el hombre porque es su correspondencia perfecta. La mujer es otro tipo de "yo" en la humanidad común, constituida en perfecta igualdad de dignidad por el varón y la mujer.


2. Conviene alegrarse de que la profundización de "lo femenino" haya contribuido, en la cultura contemporánea, a replantear el tema de la persona humana en función del recíproco "ser el uno para el otro" en la comunión interpersonal. Hoy concebir a la persona en su dimensión oblativa se está convirtiendo en un logro de principio. Por desgracia, a veces eso no se refleja en la práctica. Por tanto, entre las numerosas agresiones contra la dignidad humana, es preciso condenar con vigor la violación generalizada de la dignidad de la mujer, que se manifiesta con la explotación de su persona y de su cuerpo. Es necesario luchar enérgicamente contra cualquier práctica que ofenda a la mujer en su libertad y en su femineidad: el así llamado "turismo sexual", la compraventa de muchachas, la esterilización masiva y, en general, toda forma de violencia hacia el otro sexo.


Una actitud muy diversa exige la ley moral, que predica la dignidad de la mujer como persona creada a imagen de un Dios-comunión. Hoy resulta más necesario que nunca volver a proponer la antropología bíblica sobre el carácter relacional, que ayuda a comprender de modo auténtico la identidad de la persona humana en su relación con las demás personas y, en particular, entre hombre y mujer. En la persona humana, considerada en su aspecto "relacional", se descubre una huella del misterio mismo de Dios, revelado en Cristo como unidad sustancial en la comunión de tres divinas personas. A la luz de este misterio se entiende bien la afirmación de la Gaudium et spes según la cual la persona humana, que "es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí misma sino en la entrega sincera de sí misma" (n. 24). La diferencia entre hombre y mujer recuerda la exigencia de la comunión interpersonal, y la meditación en la dignidad y vocación de la mujer corrobora la concepción del ser humano como comunión (cf. Mulieris dignitatem, 7).


3. Precisamente esta índole de comunión que lo femenino evoca con vigor permite replantear la paternidad de Dios, evitando las representaciones de tipo patriarcal tan rechazadas, no sin motivo, en algunas corrientes de la literatura contemporánea. En efecto, se trata de captar el rostro del Padre dentro del misterio de Dios en cuanto Trinidad, es decir, perfecta unidad en la distinción. La figura del Padre se ha de replantear en su vínculo con el Hijo, el cual desde la eternidad está dirigido hacia él (cf. Jn 1, 1) en la comunión del Espíritu Santo. Es preciso subrayar también que el Hijo de Dios se hizo hombre en la plenitud de los tiempos y nació de la Virgen María (cf. Ga 4, 4) y eso proyecta luz también sobre lo femenino, mostrando en María el modelo de mujer que Dios quiere. En ella y mediante ella aconteció lo más grande que ha sucedido en la historia de los hombres. La paternidad de Dios Padre no sólo está relacionada con Dios Hijo en el misterio eterno, sino también con su encarnación realizada en el seno de una mujer. Si Dios Padre que "engendra" al Hijo desde la eternidad, para "engendrarlo" en el mundo valoró a una mujer, María, haciéndola así "Theotókos", Madre de Dios, eso tiene significado para captar la dignidad de la mujer en el proyecto divino.


4. Así pues, el anuncio evangélico de la paternidad de Dios, lejos de constituir una limitación para la dignidad y el papel de la mujer, es una garantía de lo que lo "femenino" simboliza humanamente, es decir: acoger, cuidar del ser humano y engendrar la vida. En efecto, todo ello está arraigado de modo trascendente en el misterio de la eterna "generación" divina. Desde luego, la paternidad de Dios es totalmente espiritual. Sin embargo expresa aquella eterna reciprocidad e índole relacional propiamente trinitaria que está en el origen de toda paternidad y maternidad y que funda la riqueza común de lo masculino y lo femenino.


Por consiguiente, la reflexión sobre el papel y la misión de la mujer encaja muy bien en este año dedicado al Padre, impulsándonos a un compromiso aún más intenso para que a la mujer se le reconozca todo el espacio que le corresponde en la Iglesia y en la sociedad.


(Tomado del sitio web del Vaticano. Accesado el 15 de marzo de 2022. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1999/documents/hf_jp-ii_aud_24111999.html)